El problema hemos sido nosotros. Agenda. Esa vida social que nos engulle como una ameba, sin piedad y sin contemplaciones. Pero esta vez el sentido común se impuso, el buen tiempo para Semana Santa y una actividad para peques con huevos de Pascua y juegos de madera de toda la vida nos convenció ir hasta casi la frontera con Francia.
Así que tomamos cartas en el asunto haciendo una reserva de un par de noches en sus apartamentos en medio de los viñedos, con la idea de relajarnos, disfrutar la estancia, catar sus vinos y pasar un buen rato con nuestras peques y las propuestas de juegos.
¿Objetivo conseguido?
Yo diría que sí, todo se ha cumplido, aunque me hubiera podido gustar hacer una visita más personal a la bodega con Ramón y Marta (los propietarios). Pero las circunstancias mandan, y encontrarse un número alto de personas en las visita es lo que tiene al elegir fechas tan concurridas como Semana Santa y por el excelente trabajo que hacen sus propietarios para fomentar sus actividades. No se les puede pedir mucho más.
Pero vayamos por partes.
El alojamiento
Nos encantó. Llegas a la bodega a pié de viñedos, te das cuenta de la ubicación de los apartamentos y lo sabes. Solo entrar ya te haces una idea de que veras ponerse el sol y desayunaras de cara a los viñedos.
La orientación de la terraza frente a la entrada de los apartamentos es al sur, invitándote a sentarte, con copa de vino en mano, a disfrutar de ese paisaje.
No me puedo imaginar cómo ha de ser en pleno festival de crecimiento vegetativo en mayo o junio. Una delicia con los viñedos verdes. O en el otoño, tras la vendimia, cuando los colores ocres manchan las hojas de las viñas.
En el interior, un lujo. Salon-comedor con cocina office totalmente equipada, dos habitaciones dobles inmensas y un baño. Todo decorado con buen gusto minimalista, con cuadros de Víctor Pedra (tío de Marta).
Para rematar, y para los que tengáis en mente una buena ensalada, el aceite y el vinagre estan elaborados por ellos: Fosc* y Oju*!
Y en la cocina, un regalo de parte de los propietarios sorprendente, un Vi de Pedra (no uno de La Vinyeta): una botella de La Musa, dos copas y un sacacorchos de doble recorrido.
Mejor bienvenida es imposible.
Así que nos fuimos a dormir... No sin antes disfrutar de la puesta de sol a l'Empordà con lo que me había sobrado del rosado del mediodía tras pasar por La Fosca (Palamós) a comer un arroz en el Hostal "La Fosca". El vino en cuestión era un Amat Rosat de las bodegas Trobat (DO Empordà). Muy correcto, buena relación calidad-precio.
Más tarde le hinque el diente al "regalito". La Musa. Interesante propuesta, me gustará ir viendo su evolución año tras año. Ya está en la lista de "deseados". ¿Alguien por ahí me regala otra botella?
Primer día
Por la mañana, un desayuno a base de embutidos elaborados por la familia de Ramón nos pone las pilas para prepararnos para la dura jornada de actividades con los peques, conocer más cómo se elaboran los vinos en La Vinyeta y poder catar algunos de ellos.
Las actividades de los peques
Los peques disfrutaron de la búsqueda de huevos de Pascua en los olivares centenarios (l'olivar fosc) de los que obtienen las olivas de la variedad Argudell, autóctona, para elaborar su aceite Fosc*.
Y ya no os cuento las alegrías que se dieron al poder pintarlos y, posteriormente, poder jugar con los juegos de madera antiguos de Fefe i Companyia.
Una mañana completa.
Las actividades de los no tan peques
La excusa de ir a buscar huevos de Pascua, nos permite hacer un paseo entre los viñedos de camino al olivar centenario. Esta época es un momento mágico, cuando las vides empiezan a sacar los primeros brotes de las secas cepas tras el invierno.
No es nada desdeñable la superficie plantada que dispone la finca de La Vinyeta y tampoco la cantidad de variedades que han decidido mimar para poder elaborar sus vinos. Si no recuerdo mal, se trata de unas 60 Ha en total, más los viñedos viejos que alquilan a payeses de la zona para poder hacer cosas especiales, como los Microvins.
Una vez pasada la zona de cría de las gallinas (sí, también tienen gallinas ponedoras de las que obtienen unos huevos frescos muy ricos), y llegados al olivar, nos invitan a degustar algunos de sus vinos.
Los elegidos para esta visita fueron: la familia Heus* y la familia Llavors*, destacando el Llavors* Blanc (la novedad de este año).
Yo me decanté por lo que no había probado aún de ellos: el rosado de Heus* y la novedad del año. Ambos me gustaron, especialmente el Llavors* blanc (sino recuerdo mal es un coupage de Macabeu i Xarel·lo con dos meses de barrica). El Heus* Rosat me hizo olvidar con rapidez el Amat de la noche anterior...
Decidido: dos botellas de cada a la saca. Más alguna botella de punt i apart* (la joya de la corona), si es que alguien había dejado alguna (se agotan muy rápido... por algo será).
Por el camino también cayó un Sols*, la garnacha dulce que, con unos buñuelos de crema comprados en el Café del Castell de Perelada, fueron el remate final de un día magnífico.
Despedidas
Al final uno tiene que irse de estos sitios mágicos. Se ha de volver a la realidad. Pero no me fuí con las manos vacías: un magnum y dos botellas más, y completé la caja.
La pena fue no poder catar los "especiales": ni Microvins, ni el Mig Mig.
Culpa mía quizás por no preguntar... pero es la excusa perfecta para subir de nuevo a descansar entre viñedos y seguir disfrutando del bonito paisaje de l'Empordà i de los frutos de su tierra de la mano de Ramón y Marta, que se lo curran... y mucho.
¿Una cena bajo las estrellas en verano? Muy tentador.